La Paradoja del Cero y el Uno

El Eco de Medianoche (deep web)

El aire en el sótano de Elías era denso, pegajoso como el alquitrán. Olía a polvo, a café frío y, sobre todo, a ozono quemado, el aliento químico de una máquina trabajando demasiado. Elías, un hombre que parecía haber olvidado cómo dormían los humanos, vestía una camiseta gris y gastada que marcaba su silueta demacrada. Sus ojos, enrojecidos y hundidos, reflejaban el único brillo en la estancia: el monitor. No era la internet que conocíamos. No había logos coloridos, ni ventanas de pop-up con ofertas de crédito. Era un laberinto silencioso, un páramo de código binario navegable solo a través de túneles cifrados. Era la Deep Web, el basurero cósmico donde se arrojan los secretos que la civilización prefiere ignorar. Elías no estaba buscando pornografía infantil ni sicarios. Estaba buscando la leyenda, el mito susurrado en los foros más oscuros: un sitio web sin nombre ni dirección, una interfaz que supuestamente no existía, conocida solo como "El Archivo del Eco". Decían que contenía la verdad de todas las cosas perdidas, olvidadas o suprimidas: transmisiones piratas que revelaban complots globales, videos de eventos que la historia había borrado y, lo que le interesaba a Elías, la última transmisión de su hermana, desaparecida veinte años atrás. Esa noche, usó el sexto proxy consecutivo, la décima capa de anonimato. La pantalla parpadeó, el cursor se detuvo sobre un enlace que era solo una cadena críptica de números y letras al azar. Elías sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío del sótano. Era la sensación de deslizar un dedo en la herida abierta del mundo. Hizo clic. No hubo una carga lenta. La imagen apareció al instante, como un golpe seco en la nuca. No era una página web. Era una única imagen fija, granulada y en blanco y negro, con un contador en la esquina inferior derecha que marcaba un número descendente: 00:03:17.La imagen era un pasillo. Un pasillo de hospital, o quizás una escuela abandonada. Lámparas fluorescentes parpadeaban en el techo, lanzando sombras nerviosas. Pero lo que hizo que a Elías se le cortara la respiración fue la figura al final del pasillo. Una silueta. Era ella. Era su hermana, Laura. Tenía un aspecto fantasmal, vestida con una bata blanca que parecía flotar. Estaba inmóvil, de espaldas a la cámara. El contador siguió bajando. 00:02:45.Una caja de texto apareció justo debajo de la imagen. Sin botón de envío, sin campo para escribir. Solo una instrucción, escrita en una tipografía desaliñada y antigua: "Para acceder al Archivo del Eco, debe completar la transmisión. El eco debe responder a su origen."00:01:59."¿Qué tengo que hacer?", susurró Elías, sintiendo un sudor frío recorrer su frente. La imagen se distorsionó ligeramente, como si la propia realidad se estuviera doblando. De pronto, un sonido emergió de los altavoces, bajo y rasposo, como papel de lija. Era una grabación de voz. Una niña pequeña cantando una canción de cuna distorsionada. Elías la reconoció al instante: era la canción que Laura solía cantarle para dormir cuando era niño. El sonido, ahora más fuerte, más claro, decía: "Duérmete, niño, que viene el coco..."Elías vio que la figura de Laura en la pantalla giraba lentamente la cabeza, deteniéndose justo antes de mostrar el rostro. El contador marcaba 00:00:55.Elías sintió que la presión atmosférica del sótano aumentaba. Esto no era un archivo. Era una trampa. Era una ventana abierta a algo que no tenía derecho a existir. Si la voz era el origen, el eco...Tenía que responder. Tenía que completar el ciclo. Respiró hondo, su garganta seca como yeso. Con una voz apenas audible, rompiendo la promesa que se había hecho de no volver a pronunciar esas palabras, cantó el verso que completaba la rima, el que Laura siempre omitía porque era el más temido:"...y se lleva a los niños que no quieren dormir."El contador se detuvo en 00:00:00.La imagen en la pantalla no cambió. El pasillo, la figura de Laura, todo seguía allí. Pero la caja de texto se llenó con una sola palabra, resplandeciente en un rojo enfermizo: "ENTREGADO."Un segundo después, la pantalla se puso totalmente negra. Elías sintió el silencio, no solo la ausencia de sonido, sino la ausencia de vibración, como si la electricidad se hubiera retirado del universo. Encendió la luz del sótano con un temblor. El monitor seguía apagado. El computador estaba muerto. Elías no encontró el archivo de su hermana. Encontró el eco que había estado buscando, la prueba de que lo que se pierde en la web no es la información, sino un fragmento del alma del buscador. Se levantó de la silla de madera y se dirigió a las escaleras, listo para enfrentar el sol de la mañana. Pero justo antes de subir el último escalón, escuchó un susurro a sus espaldas, un sonido bajo y rasposo que venía de la computadora muerta."...se lleva a los niños que no quieren dormir. "Y luego, el silencio. Elías ya no era el que buscaba. Ahora, era el archivo. Y el Eco estaba completo.