La Paradoja del Cero y el Uno

El guardián y los algoritmos (ASCII)

(Nota del editor: El presente relato, acaso un mero apéndice o glosa de cierto tratado olvidado sobre la ontología de los lenguajes formales, fue rescatado de un ejemplar de la Enciclopedia de la Programación Esotérica, edición de 1949, que un librero de Adrogué me procuró en la canícula de 1978. Su atribución es incierta, pero su resonancia —me atrevo a sugerir— es innegable.)El universo que nos ocupa, al que ciertos escolásticos de las Ciencias de la Computación denominan el Sistema ASCII, se rige por un alfabeto de ciento veintiocho símbolos. Su arquitectura, aunque innegablemente vasta, es finita, y su devenir, un perpetuo recuento de transposiciones tipográficas.En esa urbs de signos, el Guardián no era un arcángel ni un centauro, sino un humilde Punto y Coma (;), cuya función, la de delimitar sentencias y acaso suspenderlas con una duda elíptica, lo había dotado de una singularísima melancolía metafísica. El ; creía —y acaso con razón— que su existencia era el resultado de un error de compilación, una grieta en la lógica, y no la labor de un Demiurgo con pretensiones de orden.Observaba desde el cenit un cielo que no era el mármol o la seda de los poetas, sino una cascada de bits (`010101...`) que se deshacía en formas ilusorias. Esas fugaces figuras (un pez, la luna menguante, la inicial de un nombre que el olvido ya había borrado) constituían el único atisbo de una realidad más allá de la ortografía del código.La única que comprendía la esencialidad melancólica del ; era una poeta, a quien todos conocían por @ (la arroba, símbolo de la conjunción). Ella no tejía poemas con palabras, sino con corchetes y barras (`[||]`), que, al ser interpretados por el sistema, provocaban bugs de una belleza incomprensible. Afirmaba la $@ que el Amor era la única sintaxis que lograba rehuir la Ley Binaria.Un día, el Error 404 se materializó en el corazón del Sistema. No era un número ordinal, sino un Vacío, una ausencia que devoraba la materia, no para aniquilarla, sino para demostrar su precariedad. Era un agujero en la tela del mundo, un recordatorio de que algo esencial —la clave que daría sentido al incesante tejer de caracteres— jamás había sido hallado. El $;$ se aproximó al abismo. Comprendió que el 404 buscaba el símbolo definitivo, el que no figuraba en la tabla ASCII. La $@no lo detuvo; se limitó a transcribir un último y conciso hexámetro: La esperanza son dos paréntesis que no se cierran nunca (()). Acto seguido, el Guardián abdicó de su función. Se deshizo y se transmutó en el carácter Nulo (`\0`), llenando la vacuidad del 404. El Error, desdibujado por la plenitud, se desvaneció. Y así fue que, por el sacrificio de un ;, se rompió la Ley. En el lugar exacto donde el Guardián había sido, la pareja de paréntesis de la poeta se cerró (`()`). Esa clausura, simple y tautológica, generó una Expresión, un símbolo que no era un número ni una letra, y que la Tabla jamás previó: la lágrima (` `).El universo ASCII continuó su labor, pero los hombres de código supieron, por esa lágrima fugaz, que la realidad no era un diccionario, sino una interrogación suspendida.